Se busca espectáculo por 200 euros
Ayer recibí una propuesta desconcertante. Un técnico de cultura de un ayuntamiento me preguntaba si conocía algún espectáculo “económico” para toda la familia. “Claro”, le dije yo. En los últimos tiempos es cierto que muchos buenos artistas (tengo la manía de intentar trabajar sólo con espectáculos de calidad, desde mi criterio, claro) han elaborado espectáculos con pocas complicaciones técnicas y de montaje, pequeños, asequibles. Los cachés se han ajustado, las propuestas se escuchan, se estudian y se intenta sacar adelante el máximo trabajo posible. Como empresa de gestión cultural, también hemos aprendido a trabajar más cerca de los artistas, compartir riesgos, equilibrar suertes y desgracias, investigar nuevas formas y a autoexplotarnos más y mejor… “Claro, claro que conozco, cuéntame”.
– Tengo que programar en 6 barrios distintos. Si me planteas 200 euros por espectáculo, yo creo que podemos cerrarlo ya mismo.
La verdad, me quedé mudo. No supe ni qué cara ni qué voz poner. Estaba frente a una persona que tiene, que yo sepa, tres décadas de experiencia en cultura, conocido por ser batallador y defensor de los derechos de los trabajadores, de la cultura, de la dignidad profesional en general. ¿Realmente me estaba ofreciendo esto? Me quedé mudo. Y él reacciona:
– Bueno, 250, para que tengáis un margen y ganéis dinero.
Bien, ya lo estaba arreglando. Me propone que ofrezca, coordine y contrate seis espectáculos en seis lugares diferentes, que la parte artística se cierre en 200 euros por espectáculo y la selección artística, coordinación, gestión administrativa y producción la cerremos en 50 euros por función, 300 euros en total. Y yo no me despertaba del sueño.
Hemos pasado de cachés indefendibles a una situación tercermundista
Este ayuntamiento, que súbitamente se sitúa, en términos de caché, al nivel (o ni eso) de un pub, bar cultural bienintencionado u hotel con animaciones para guiris, va a pedir al artista o empresa que acepte la oferta que esté al corriente con la Seguridad Social, Hacienda y con sus impuestos municipales. Va a pedir estatutos, CIF, un proyecto, fotos, sinopsis, ficha técnica, seguro de responsabilidad civil y declaración responsable. Y va a pagar, con suerte, en dos o tres meses. Eso sí, presentará esta programación ante los medios de comunicación locales, la difundirá sacando pecho y a final de año hará una rueda de prensa donde explicará el mantenimiento o incluso aumento de actividades.
200 euros significan que si el artista vive cerca podrá gastar solo 10/20 euros de gasolina y otros 10/20 por si tiene que comer fuera de casa. Supongamos que gasta 10 euros más en fungibles y otros 10 en imprevistos. Incluyamos un mínimo 15% margen empresarial o de gestión, porque el artista en cuestión tiene que trabajar dentro de algún tipo de marco legal. Ahora hay que pagar retenciones y seguridad social, porque como es lógico tenemos que trabajar dentro de la ley, y más aún si el cliente es una institución pública. Con todo esto, el artista, si en su espectáculo solo interviene él, lo está haciendo por 82 euros (más bien lo “estará haciendo”, cuando cobre dentro de dos o tres meses). Si lleva un técnico y van a partes iguales (porque pagar al técnico ya con este dinero es imposible) serían 41 euros para cada uno. Sigan dividiendo si el espectáculo requiere de más intérpretes o técnicos.
En el caso de mi empresa, con esos 50 euros creo que podría llegar a ofrecer a alguien por hacer las hojas de ruta, el papeleo que ya hemos explicado que requerirá el ayuntamiento y la asistencia durante los bolos la friolera de 25 euros por día, pero claro, siempre y cuando se lleve bocata a las funciones y vaya a pie o en bicicleta. Mi empresa se “enriquecería” con unos 40 euros por la gestión de todo esto y estará tres meses recibiendo llamadas del artista, desesperado por cobrar, siempre y cuando no le adelantemos nosotros ese super caché de 200 euros por función (espera, que me pongo a calcular costes financieros…).
Ni que decir tiene que en los últimos años he trabajado en actividades puntuales por este dinero y por mucho menos. Y también sé lo que es perder dinero, porque nos la hemos jugado con una taquilla, o con las expectativas de encontrar un patrocinador que luego nunca llegó. Todos hemos trabajado gratis o semi gratis para amigos, como inversión para darnos a conocer ante posibles clientes potenciales -aunque luego los acontecimientos nos hayan mostrado que esto pueda ser un error-, por amor a un proyecto o por lo que sea. Galas benéficas, festivales estratégicos, ferias del sector… En estos casos siempre hay un motivo para devaluar el valor económico de nuestro trabajo y, aunque no todos estemos de acuerdo con cada motivo en cada ocasión, lo cierto es que al menos hay un argumento al que agarrarse o por el que autoengañarse, si me permiten la expresión. Coger una oferta así por parte de un ayuntamiento, dentro de una programación habitual, no solo indica que es práctica común de esta administración pública, sino que no tiene ningún sentido, salvo el de haber perdido cualquier criterio ante una situación desesperada.
Realmente hemos perdido el norte. Hemos pasado de una momento histórico en la que casi cualquier dúo de danza o teatro argumentaba que no podía actuar a 100 km de casa por menos de 2.000 euros, y nos lo creíamos, a un régimen tercermundista. Me entristece y preocupa a partes iguales. Y me entristece por el sector, pero también por ese gestor cultural, que en su día fue una referencia, y que no muestra tener ninguna consciencia sobre lo que está haciendo y lo que pueden provocar sus actos. Disculpen que no mencione la localización exacta de este percance. Sus superiores sí están informados. Tal vez me consigan explicar la oportunidad que yo no consigo ver en esta propuesta de trabajo.
Y con la caraja se me olvidó preguntar si el IVA era aparte.
Gonzalo Andino
Gestor cultural.
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